jueves, 26 de noviembre de 2009

Platero y yo
Por
Andrés Najar
“Platero y yo” es un texto infantil creado en un principio para un público adulto. Sin embargo, algunos factores tales como el hecho de ser publicado en la colección de Juan Ramón Jiménez “Biblioteca Juventud”, sumado a que el prólogo se titulara “Advertencia a los hombres que lean este libro para niños”, generó la creencia de que se trataba de una obra para niños, por lo que fue erróneamente encasillada en el género de la literatura infantil.

A pesar de no ser la intención de Jiménez escribir para niños, este texto en particular ha encajado perfectamente dentro de lo que se clasifica como cuentos infantiles. Su estructura poética en prosa hace del relato una historia real con tintes ficticios que se vuelven atractivos para los niños, gracias a las imágenes metafóricas que estos se hacen desde el inicio hasta el final. El fragmento del comienzo del texto, permite tener ya una clara idea de lo que resulta ser la historia narrada en primera persona, y que se constata luego, es el mismo Juan Ramón Jiménez quien vive todas las experiencias junto a su amigo Platero, el burro.

“Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro.”

Este poeta español nacido en Moguer, Andalucía, estuvo influenciado por los poemas de Rubén Darío, uno de los miembros más notables del modernismo en la poesía hispánica. Al igual que la lectura de los simbolistas franceses, que acentuaron su inclinación hacia la melancolía.
Dicha melancolía se ve enmarcada por una serie de sucesos, que hacen de la vida de este autor, un duro camino enlutado por el dolor de la pérdida de seres queridos tales como su padre y su esposa, y por eventos socioeconómicos que afectaron bastante su estabilidad mental, hasta el punto de internarlo en repetidas ocasiones en clínicas psiquiátricas.

“Platero y yo” muestra entonces, una vida llena de obstáculos que se sucede prácticamente durante el periodo de un año, en donde transcurren todas las estaciones reflejando el evolucionar de un individuo desde su niñez hasta la madurez completa, pasando por la adolescencia que tal vez para Jiménez es la etapa más dura, debido a que apenas hacía el tránsito de adolescente a adulto cuando se entera de la trágica noticia de la muerte de su padre.

A platero se lo puede ver como la consciencia del poeta que mantiene siempre cierta humildad hacía la adquisición de conocimiento y un sentido filantrópico inherente a él mismo. El hecho de usar la figura de un burro, la cual trae connotaciones de ignorancia, analfabetismo y tosquedad, ubica dicha consciencia en una constante búsqueda hacia la perfección del espíritu, adquiriendo una personalidad sabia. Esto lo hace descubriendo el mundo, entre “Platero” que en términos freudianos sería el “yo”, pues siempre se muestra muy acoplado a la realidad; y el “Yo” narrador que se interpretaría como el “súper-yo” porque intenta siempre contener las acciones de platero para que no tenga arrepentimientos o sufra dolores por culpa de dichas acciones.

Durante este descubrimiento del mundo, esta dualidad va formando su carácter inclinado hacia la cooperación desinteresada hacia los demás. Pero a medida que va madurando y con ella platero envejeciendo, se da cuenta que la humanidad es completamente desagradecida y que por el contrario tiende a la agresividad y al daño tanto físico como moral, provocando la muerte de ese “ello”, es decir, platero, y con él cualquier sentimiento de fraternidad hacia el prójimo. A pesar de su formación religiosa estrictamente católica, Ramón Jiménez va en búsqueda de un dios que no es exterior a él sino que habita dentro de su ser, situación que le hace intentar apartarse de la sociedad para no contaminarse de lo mundano. Este hecho se ve reflejado en gran parte del relato, pues por lo general el “yo” siempre está buscando espacios en donde pueda encontrarse sólo junto a “platero”, en lugares como colinas, montañas y azoteas que les permitan una mejor visión del mundo desde un lugar privilegiado; mientras que “platero” intenta siempre huir hacia la población para encontrarse con los niños. Es decir, hay una individuación, un diálogo entre su parte consciente e inconsciente para lograr el equilibrio en la personalidad que está en contaste lucha entre su sentido de cooperación y el exilio, pero este aislamiento visto como el procedimiento para llegar a un nivel espiritual más alto, que le permita desalienarse de cualquier nexo terrenal que le impida su asunción a lo divino.

El cuento, a diferencia de la mayoría, no contiene una moraleja explícita ni clara para los niños. Además de no tener un final feliz como se esperaría en cualquier relato infantil. Por el contrario, la muerte de “platero” produce una gran melancolía entre sus lectores que en el caso de los más pequeños empieza a darles una idea de lo que realmente se trata la vida y de las posibles pérdidas trascendentales que puedan tener durante su desarrollo humano. Más bien, la historia invita a formar un carácter fuerte que permita afrontar las desilusiones que la misma naturaleza le ofrece a una persona durante su ciclo vital.

Por último, la historia hace una serie de denuncias medio ambientales y de maltrato hacia los animales por parte de los humanos, reclamando la conservación y protección de la flora y la fauna argumentando que al igual que la raza humana ellas también son creaciones de Dios, por lo cual están en igual de condiciones para recibir respeto y consideración. Todas estas situaciones producen que Juan Ramón Jiménez se convierta en un ser casi misántropo, debido a que al sufrir decepción tras decepción por parte de los otros individuos finalmente le es imposible relacionarse con ellos.

1 comentario:

  1. oee que mentira, solo por el afan de irse a "llanear" sale con esta mediocridad de analisis, y nisiquiera tuvo la delicadeza de despedirse... pero se le tiene en cuenta para el dia dl gamin.jajajaajaj suerte

    diego"el rasta" valdes

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